Nací, tuve un proyecto. Viví. Pienso que sigo vivo. Avanzo y mientras voy algo se escribe en mí, de mí que no tengo ni idea de dónde viene ni adónde quiere ir. Escribo. Casi siempre como sale y sin buscar darle la vuelta a lo que llega -llámese inspiración, duende o inconsciente freudiano. Escribo. Casi siempre en francés y, más ahora, en castellano. No preguntadme por qué. Si lo supera, pienso que ya no escribiría. Ningún escritor que respete lo escrito puede atreverse a hablar de él en primera persona; eso son cosas de sabios, de filólogos y periodistas. Cuando algo queda escrito -verdad de perogrullo, ya lo sé- el autor se retira, desaparece y deja lo acabado (en el sentido más noble y primero del vocablo) en manos del lector. Un escrito busca lector antes que autor; el autor es vehículo y, como tal, quiere llevar el peso de esas sombras a buen puerto. Todo escritor quiere llegar. Primero y ante todo a él mismo, después, es harina de otro costado. Así que escribo sin más pretensión que el acto de escribir y con la casi obscena pretensión también de poder conseguir que lo escrito se lea sin dejar indiferente al generoso, amigo e intrépido lector. Por ello comparto. Por ello busco ojos, sentidos todos con los que compartir. Por ello, este diario -como todos- no es más que el resultado de un querer y no poder: el proyecto de un libro en busca de autor. Sea, Usted, bienvenido, amigo. Si se atreve a no esperar nada, no se sentirá decepcionado ni frustrado. Adelante. Siéntase cómodo. Esta es también su casa.Por lo demás, psicoanalista, traductor y enamorado de la escritura y las palabas nací en Nerva (Minas de Río Tinto), Huelva, en agosto del 58 y actualmente resido en Bélgica donde dirijo una asociación sin ánimo de lucro.