Sin palabras
Recuerda la mañana en que sentada en el columpio, esperabas que llegara el día y, a través de la niebla espesa y el silencio, esperabas que algo, que alguien viniera a rescatarte, porque tú no eras hija de este mundo, sentada al borde del abismo, eras la selva antigua cuando pasa la fiera por costumbre, eras la lluvia recordando mares, el hombre que quería volar con el paraguas, vertical como los árboles, huir del suelo que otros ya pisaron y beber el néctar del olvido. Pero, la fiera nunca pasaría por tu lado, ni el olor de la tierra mojada haría feliz al hombre clavado en las aceras verticales de su mente; lo sabías, lo sabías cuando empezaste a columpiarte y que un rayo de luz, lengua siempre hambrienta, impredecible y fría de la madrugada, borró la primavera viva de los sueños y esa niebla espesa te atrapó como besan las manos cuando aman, tembloroso y desnudo el cuerpo al borde del abismo, sin palabras.
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© José Camarena, La Mampara, 2016-2017